Es Sábado de Pasión, son las 18:00 de la tarde, es una tarde soleada pero con mucho viento y me dirijo a la plaza de la Catedral. Estoy muy nervioso pero mis ganas de cargar un paso por primera vez son mayores que los nervios que invaden mi cuerpo.
Allí se encuentran todos los que serán mis compañeros durante ese día.
Entramos a la catedral donde comienzan a colocarnos para posteriormente saber qué lugar ocuparemos debajo de las andas, a mí me toca por el interior y por detrás, nunca olvidaré esa posición.
Una vez colocamos el cristo de Luz y Vida enfrente de la puerta, el cura nos recita unos salmos para que nuestro camino vaya lo mejor posible, posteriormente suena el coro de la hermandad y finalmente el cuarteto de viento antes de abrir las puertas.
Allí se encuentran todos los que serán mis compañeros durante ese día.
Entramos a la catedral donde comienzan a colocarnos para posteriormente saber qué lugar ocuparemos debajo de las andas, a mí me toca por el interior y por detrás, nunca olvidaré esa posición.
Una vez colocamos el cristo de Luz y Vida enfrente de la puerta, el cura nos recita unos salmos para que nuestro camino vaya lo mejor posible, posteriormente suena el coro de la hermandad y finalmente el cuarteto de viento antes de abrir las puertas.
Ya escucho al barandales coger sus esquilas, las cuales tenía apoyadas en el suelo y eso es señal de que estamos a punto de comenzar. Van saliendo los hermanos y al ver salir la corona de flores mis nervios aumentan.
Cuando va a salir el coro de la hermandad nos vamos colocando en nuestros puestos, una vez ya estoy en el mío, antes de levantar al cristo me digo para mí mismo: “Vamos, fuera nervios, que tú puedes, a disfrutar el día.”
Y con una gran sonrisa me acuerdo de todos aquellos que me apoyan, pero en especial de un amigo que se encuentra a miles de kilómetros y no estará este año en su querida Semana santa, va por ti compañero.
A la voz de tres de Dani, el jefe de paso, nos alzamos y emprendemos nuestro camino al cementerio. Sigo nervioso, pero a medida que avanzamos se me van pasando.
Recuerdo el puente de piedra, tan solo nosotros, atravesándolo, mucho viento, mucho frio, deseando llegar a Cabañales porque no sentíamos las manos.
Allí hicimos un fondo, más que agradecido, ya que llevábamos desde la altura de la Cuesta del Pizarro sin parar, todos nos animamos diciéndonos: “Venga, ánimo, que ya no queda nada para llegar”.
Una vez ha finalizado el acto de ofrenda y recordar a todos aquellos que ya no están se inicia el camino de vuelta, los cargadores de los exteriores se intercambian de lado para cambiar el hombro de carga y allá vamos. No sin antes rezar un Padre Nuestro en la misma puerta del cementerio.
Cuando llegamos a la margen derecha es el turno de que los cargadores del interior nos intercambiemos, los de atrás para adelante y viceversa, ahora me encuentro el segundo de la izquierda para ser exactos. Subimos las cuestas de Pizarro y San Pedro con sufrimiento pero a la vez con mucha fuerza y ya al llegar arriba realizando el fondo correspondiente nos volvemos a animar entre todos diciendo: “Esto está hecho ya chicos, ahora sí que no queda nada, sois los mejores.”
Estamos ya dentro de la Catedral, los últimos pasos, el último fondo y está cumplido, la penitencia está hecha. Salimos cansados pero contentos, abrazándonos unos a otros y deseándonos salud para el próximo año, aunque muchos de nosotros nos volveremos a ver el Sábado Santo en la Vigilia Pascual que la cofradía realiza llevando el Cristo hasta el mirador del Troncoso.
Ahora sí que ha terminado, nos volvemos a abrazar, desear suerte y felicitar por el gran trabajo realizado. Qué bonito es ver a todos felices y unidos por lo que le gusta.
Ahora sí que ha terminado, nos volvemos a abrazar, desear suerte y felicitar por el gran trabajo realizado. Qué bonito es ver a todos felices y unidos por lo que le gusta.
Sin duda no voy a olvidar esta experiencia como primera vez bajo un paso, el próximo año se repite.
Texto: Víctor Garrido
Foto: Horacio Navas
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