Dicen que la Semana Santa de Zamora se caracteriza por su
sobriedad, austeridad, silencio… Y posiblemente el día en que mejor se
manifiestan estas cualidades sea el Miércoles Santo.
Cuando el sol comenzaba a despedirse del día entre oscuras
nubes, la Plaza de la Seo zamorana comenzaba a teñirse de rojo y blanco para
llevar a cabo el mayor acto de compromiso y penitencia de cuantas se realizan
en nuestra semana de pasión, el Juramento.
Con la rodilla postrada en el suelo, los hermanos bajo
la intimidad del caperuz dicen aquello de "sí, juramos", pero es toda
la ciudad la que se compromete a guardar silencio. Silencio y devoción ante
la imponente imagen del Santísimo Cristo de las Injurias, el Señor de Zamora. Un juramento que va mucho más allá del silencio. Un
juramento para renovar esperanzas y descargar sobre la fe la cruz propia de
cada uno. La que se lleva con la penitencia del día a día, aquella que se
realiza sin caperuces ni hachones. Un juramento que se realiza con la vista
puesta en la imagen de un Cristo que está con los brazos abiertos a la vida, a
la esperanza y a la redención.
Una vez finalizado el juramento, son los caballos
quienes se encargan de abrir el desfile para ser seguidos por la banda de
tambores y las largas filas de cofrades, a quienes los heraldos recuerdan su
juramento con el sutil sonido de sus clarines. Desde el pebetero surgen
espirales de humo de incienso subiendo a los cielos, santificando las rúas y calles,
llenando de fe y devoción cada rincón de Zamora.
El cielo, vestido de luto, llora la muerte del
Señor y de estas tierras olvidadas. No quiere perderse esta bella estampa
de un funeral tallado con el cincel de la austeridad zamorana, que muestra unos
sentimientos profundos y serios expresados a través del silencio. Este año no se
completa el recorrido, pero aun así la ciudad guarda silencio. Desde la Plaza
Mayor el cortejo se dirige hacia el Museo para que allí, ya en manos de la Real
Cofradía del Santo Entierro, espere su regreso a la Catedral en la tarde del
Viernes Santo.
Y así, en silencio, por las calles románicas de nuestra
ciudad, sufre, agoniza y muere Cristo en la cruz.
Texto: Miguel Ángel Rosón
Foto Catedral: Miguel Ángel Rosón
Foto procesión: Ismael Hernández
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