La media
noche del Lunes Santo llegó a Zamora. Momentos antes, dentro de la Iglesia de
San Vicente, los hermanos de la Buena Muerte rezaban el Vía Crucis que precedía
al desfile de la Hermandad.
La cruz guía
marcaba el camino que en la bajada de Balborraz dejaba ya una estampa
inolvidable, entre el crepitar de las antorchas y el silencio sepulcral que
dejaba a su paso la procesión. Silencio solo roto por el sonido bronco de los
tambores y el coro de la Hermandad que con paso firme se introducia en la plaza
de Santa Lucia donde el Coro entonaba a viva voz el “Jerusalén, Jerusalén”,
acto principal de la cofradía tras el rezo del Padre Nuestro en la citada
plaza.
El desfile
proseguía , como es habitual, subiendo la cuesta de San Cipriano, dejando de
nuevo una belleza singular de una Hermandad que se ha ganado por méritos
propios, ser una de las de más belleza de nuestra Semana de Pasión.
Tras el
lento caminar de los penitentes hermanos, El Stmo. Cristo de la Buena Muerte,
prácticamente cerraba el desfile, en su singular forma de ser portado, con una
imagen tan cercana al público como no la hay en ninguna procesión en Zamora.
Tras dejar
atrás un laberinto de calles, la Hermandad, de retorno ya a San Vicente, hizo
su paso obligado por el arco de Doña Urraca, otro de los momentos más bellos
que muchos fieles inmortalizaron con sus móviles y cámaras de fotos, estampa
para el recuerdo.
Poco a poco
la Hermandad fue recogiéndose y antes de entrar al templo, los hermanos
apagaban sus antorchas para llegar al mejor momento de la procesión, la llegada
al templo del Stmo. Cristo, que tras cerrar las puertas de la Iglesia, dejaba
el momento de recogimiento preferido por los Hermanos, en la que lentamente la
imagen del Cristo “flota” en las sombras bajo el “Vexila Regis” entonado por el
coro.
De nuevo fue
Lunes Santo en Zamora, de nuevo fue media noche de Buena Muerte.
Texto: Juan Manuel Bragado
Fotos: Déborah González
No hay comentarios:
Publicar un comentario