Esa mañana, el sol brillaba más que
nunca. No importaba lluvia o nieve, para mí ese día siempre fue el más
brillante del año. Era un día ajetreado, un día de no parar, sí: pero siempre
fue el día más familiar de toda la Semana Santa. Túnicas y hachones llenaban el
salón, galas de luto las habitaciones. Antes de que nadie se hubiera dado
cuenta, mi abuela había sacado todos los enseres necesarios para esa noche:
noche de Viernes Santo. Además, nosotras (mi hermana y yo) nos despertábamos
solamente pensando en ver esas infinitas procesiones, con tantas imágenes, cada
año contando cuántas eran, por la mañana y por la tarde, y deseando que justo
delante de nosotras sonara un Mater Mea o un Thalberg. Viernes Santo siempre
fue día de comida familiar, de juntarnos todos y hablar, pues desde Navidades
algunos no nos veíamos. Pero sobretodo, Viernes Santo siempre fue día de la
reina de la casa, mi abuela. Siempre fue día de visitar a Nuestra Madre antes
de acompañarla por la noche. Y la noche anterior, antes de dormir, rezarle y
pedirle al tiempo que nos dejara pasear por las calles de Zamora a su lado, en
su noche. El momento justo después de cenar siempre fue un caos: “Esta no es mi
túnica (ellos)”, “Este no es mi abrigo (nosotras)”, “¿Dónde están mis
guantes?”, “¿Has visto mi vela?”. Y la siempre sonada frase “Te lo tenías que
haber probado antes, este año has crecido mucho, a ver si no te va a valer”.
Pero así son los recuerdos; dispersos, impredecibles. Así se recuerdan los
momentos más importantes de una vida. Y al final, todos juntos, con la reina en
medio, foto para, un año más, enmarcar la felicidad antes de acompañar a
nuestra Madre, Nuestra Madre.
***
Ya van siendo unos años que la reina de
la casa no sale, pero que nos espera a sus nietas, herederas de su tradición,
en la fila esperando a que la saludemos. Y este año tampoco pudo Nuestra Madre
lucirse por las calles de su preciosa Zamora. Pero te prometo, abuela, que
dentro de la iglesia en todo momento recé por ti, y lloré por que no pudieras
sentirte orgullosa de tus nietas saliendo en procesión cuando te saludáramos, y
otras diez veces más viéndolo en la televisión. Por ti.
Texto y foto: Gema Llamero
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