La tarde se teñía de Rojo Cardenal y oro de palmas para recibir a Jesús en su Entrada en la Jerusalén de Zamora.
Tarde más
primaveral de lo fueron el Viernes y Sábado de dolores, que volvieron a hacer
las delicias de los más pequeños.
Miles de
niños, ataviados con sus trajes de hebreos o estrenando ropas nuevas, pues ya
lo dice el refrán “quien no estrena el Domingo de Ramos, no tiene ni pies ni
manos”, poblaban las filas del desfile procesional que recorrió las principales
calles de la ciudad, alabando con una suave caricia en forma de palma la
entrada de Nuestro Seños en Jerusalén.
La
Borriquita, excepcional grupo escultórico reconocido como uno de los mejores de
España, obra de Florentino Trapero, sobre su mesa procesional y a los sones de
“La Pilarica” o “Cordero de Dios”, hacía las delicias de niños y mayores, que
reflejaban en sus rostros, ese primer acompañamiento que hicieron años atrás
acompañados por sus padres y abuelos, como lo hacen ellos ahora con sus hijos o
nietos, iniciando el camino de muchos pequeños cofrades, que inician su
singular andadura acompañando a Jesús sobre la Borriquita.
La
singularidad de ser un procesión popular, hacen de “La Borriquita”, una
procesión de especial mención, dado que ofrece al espectador momentos y
estampas para el recuerdo, y sin duda para el que lo vive desde dentro, uno de
los momentos más bellos de la Semana Santa Zamorana.
Jesús desde
el pollino nos reclama “Dejad que los niños se acerquen a mí”; Niños que poco a
poco enfilan la entrada de la Borriquita de nuevo en el museo de Semana Santa,
donde cientos de palmas se agitan como última despedida de un Jesús que
preludia lo que está por venir, Zamora ya está de lleno en la Semana de Pasión.
Texto: Juan Manuel Bragado
Foto: Horacio Navas
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