domingo, 22 de abril de 2018

Mañana de Esperanza

Jueves Santo.

Todo el año soñando con este día, con verte de nuevo.

Me levanto con las primeras luces de un día gris, quizás demasiado pronto. Los nervios pueden conmigo en este año tan especial, tan lleno de nuevos amigos y grandes experiencias.
Apenas se levanta mi madre ambas nos sonreímos. Descubro con satisfacción lo especial que se vuelve esta mañana de Jueves y, aunque acabe con algún que otro dolor de cabeza por la peineta, no hay sentimiento más grande que el de una dama orgullosa de salir a tu lado, Virgen de la Esperanza.
El mismo y detallado ritual; sacar la mantilla con delicadeza, preparar abrigo negro, guantes blancos, peineta, tulipa y medalla. 


Bajando por el Puente de los Poetas hasta Cabañales aumenta la excitación. Cuanto te he echado de menos, Esperanza mía. Esperanza nuestra. Volver a desfilar a tu lado un año más, y es que ya son 25 años y los recuerdos se amontonan justo antes de verte.
Hace solamente dos días tu figura se acercaba por la Rúa de los Francos, escoltada por hombres y mujeres de nuestra por siempre hermana Cofradía del Vía Crucis. Ya siendo de noche pude vislumbrar tu belleza y desearte un buen viaje por las calles de Zamora hasta el Convento de las Dominicas Dueñas. 

Ahora estoy aquí, rodeada de damas de mantilla negra y hermanos de capa esmeralda. Eres sol que alumbra un cielo plomizo, Esperanza zamorana. Echamos la mirada hacia arriba, temerosos de que no puedas enseñarnos tu rostro mientras los cargadores te sacan a hombros con pie pausado de la iglesia. Todo está preparado, todo por ti, bella virgen. “¡Ya sale!” grita la gente entusiasmada. Todas las miradas están puestas en ti, en tus lágrimas de amargura, en tus manos suplicantes.
Este año te han puesto más bonita que nunca. Envidio a los que tienen la suerte de vestirte con delicadeza, de poner el campo de flores y encender las tulipas que iluminan tu camino esta mañana de Jueves Santo.


El tiempo aguanta, las nubes cubren la ciudad pero nos dejan llevarte hacia la Catedral sin temor. El viento, sin embargo, será compañero inagotable durante todo el trayecto. Sufrimos la fuerza del torbellino agarrando túnicas y peinetas, apretamos el paso para que los hermanos de paso acaben la larga caminata por el Puente de Piedra. Poco es el sufrimiento cuando tú nos tiendes la mano.
Balborraz está cerca. Esa subida interminable, amarga a veces, que pone los pelos de punta a cada zamorano y foraneo que te vea ascender. Pareciese que el cielo se abre para darte ánimos, pareciese que la Saeta surge de entre las nubes en este momento triunfal y, aunque la caminata parece no terminar tú sigues adelante por nosotros, dándonos claro ejemplo de tu bondad.

Ramos Carrión y Viriato a ratos en la sombra, otros en la luz. Los pies nos duelen, la peineta tira, la capa pesa, pero el coraje de cada hermano de la Cofradía continua en nuestras almas luchadoras.
Las Rúas parecen no acabarse, los fondos duran cada vez más, buscamos entre el público caras conocidas a las que guiñar un ojo, mandar un beso. Qué alegría al encontrar a esa amiga a la que solamente puedes ver en estas fechas, ver que a pesar de que el tiempo pase, los imprescindibles siguen a tu lado.


Este año el viaje es algo más sinuoso, giros a izquierda y derecha, tramos arduos para unos cargadores que se ganan el cielo llevando a hombros a nuestra Esperanza.

Al llegar a la Plaza de la Catedral una multitud expectante aguarda con ilusión. Las cornetas tocan la Salve precediendo tu entrada en el templo románico. Aún queda un último momento junto a ti. Veo niños y niñas entornar tu himno con la mirada cansada. Veo hombres y mujeres reclamar un poco de tu fe. Veo la experiencia de la vida en las damas de mayor edad. 

Todos reunidos en el atrio te cantamos una vez más, justo antes de que tus pasos te devuelvan a El Salvador, donde te coronamos Reina y te rogamos que nos des esperanza una vez más.


Texto y foto Catedral: Alexia Esteban
Fotos procesión: Adrián Esteban



No hay comentarios:

Publicar un comentario