viernes, 24 de abril de 2020

Tristi Est Anima Mea

Todos recordaremos el momento en el cual las campanas daban la medianoche en la ardua madrugada del lunes 6 de abril del 2020. La ciudad con sus balcones engalanados con las distintas enseñas de las cofradías y hermandades de la capital guardan luto en señal de respeto por todos aquellos que un día estuvieron y ya no están por esta triste y dura realidad que nos ha tocado vivir.

"Tristi est anima mea" debería de haber resonado en la vieja plaza de Santa Lucia, no nos dábamos cuenta, pero eso era lo importante, volver a juntarnos bajo su imagen un año más para poder revivir esa dosis anual de vivencias y sentimientos, los cuales quedarían grabados para la posteridad en nuestros corazones y recordariamos con emotividad a lo largo del año.


Tras esperar todo un año, los días grandes de esta ciudad no se pudieron celebrar. Zamora no abrió sus puertas a los forasteros, a los zamoranos que un día tuvieron que emigrar en busca de un trabajo o una formación que nuestra ciudad no le pudo dar, ciudad olvidada pero que en la Semana de Pasión resurge anualmente de sus cenizas y se convierte en una gran atmósfera llena de gentío, olores, sonidos, reencuentros, vivencias y sentimientos. En las casas no se multiplicaron las camas para dar cabida a los familiares para sentarse en la misma mesa para vivir esta celebración que forma parte de la vida de sus gentes.

Uno de los momentos cumbres de nuestra Semana Santa se vivió, aunque no de la manera que queríamos, pero con más penitencia que ningún año. Los medallones rozaban el pecho de los hermanos de la Buena Muerte que desde sus casas seguían, por los diversos canales de televisión y plataformas de comunicación, el desfile de años anteriores coincidiendo en tiempo y hora con el que debía de haber sido y no fue, esta vez no por las angostas rúas de la ciudad, ni con la estameña puesta, aunque en los corazones emocionados y en el alma de todos los hermanos estábamos todos reunidos, un año más, en la mágica noche de Lunes Santo.

Cuando estos días pasen y podamos volver a la vida normal, miraremos al suelo y no veremos las marcas que el esperma de las teas debería de haber dejado en el casco antiguo de la ciudad. La Semana Santa del 2020 nos servirá de lección y le serviremos de lección. La llevamos en la sangre, por eso no la hemos dejado pasar desapercibido, la hemos celebrado desde casa, cocinando su gastronomía, reproduciendo en los balcones marchas y cánticos que volverán a sonar el próximo año en nuestra ciudad.

Volveremos con más ganas que nunca. Salud para el próximo año hermanos.


Texto: Miguel Luis Bragado
Foto: Verónica Viñuela

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