jueves, 30 de abril de 2020

Túnica de Terciopelo Morado


Todavía no he tenido el placer de conocer a ese tal “Coronavirus” y, la verdad, no tengo intención ninguna de hacerlo pues, por lo que veo (y observo todo muy bien), debe de ser una persona muy mala.

Nació hace unos 6 meses y, desde entonces, no ha hecho más que provocar cosas horribles en todo el mundo. Decídmelo a mí pues yo, con 9 meses de vida, lo peor que he hecho son unos simples y minúsculos arañazos a mis papis en la cara.

El caso es que, gracias a este “tío”, no salgo de casa a dar un paseo desde hace unas semanas. Vale, tenéis razón, no sé todavía caminar. Pero no me diréis que salir a la calle montado en un carrito y que te empujen mientras vas conociendo todas las calles y rincones de Zamora no mola, ¿eh?

Y aunque me pase casi todo el día babeando, de una cosa estoy seguro: estoy cansado de él. Que si el “Coronavirus” ha hecho esto, si ha hecho lo otro..., ¿cuándo podré tomar aire fresco?

Porque, ojito, que luego llegaría la Semana Santa. Mi primera Semana Santa ¡y me la paso encerrado en casa todo el día! Con la de planes que tenía preparados para, exagerando un poquito, cada momento.


Hubiese conocido al famoso Nazareno de San Frontis; tenía cita para asustarme con mi primer “ruido” de las carracas del Espíritu Santo; quería haberme quedado atónito viendo al Barandales de Luz y Vida; sonreír junto a la Borriquita; chillar en pleno Juramento del Silencio; querer tocar las Capas Pardas que llevan esos hombres que miran al suelo; escuchar en directo al asombroso Merlú o querer llevarme un globo de esos que tiran, desde los balcones de la Plaza Mayor, el Domingo de Resurrección.

De todo eso algo me ha enseñado papá por la tele pero, evidentemente, seguro que no hubiese sido lo mismo conociéndolo en directo, en primera persona.

Aunque de todo, lo que más estoy echando en falta es lo que se supone que debía de estar haciendo ahora mismo. Estamos por la tarde y hoy es Jueves Santo. Ahora debería estar en la Cofradía de la Santa Vera Cruz, Disciplina y Penitencia (jo, ya me sé el nombre completo y todo). Pero no me refiero a que debería estar en la calle únicamente. Más bien, debería estar desfilando junto a papi en la procesión y acompañando a Jesús hasta la Catedral mientras está de rodillas frente a un ángel o mientras recibe un beso de un señor que se suponía que era su amigo.

¿Me imagináis a mí, con estos ojazos y con mi túnica de terciopelo morado que hizo Marisa, la amiga de abuela, desfilando en la procesión? ¡La de público que me hubiese visto y me habría hecho el tonto para que yo les dedicara una sonrisa!

Entiendo que ahora está lloviendo y que la procesión no hubiese salido igualmente. Se me hubiera chafado el plan de todas las maneras, pero no es lo mismo una ilusión caída por una lluvia que por una pandemia. Que no salga una procesión por lluvia duele, sí, pero que no salga una procesión por una pandemia son palabras mayores.


Por eso, reconozco que un poco sí que me “alivia” el que esté lloviendo ahora mismo. Si no existiese la pandemia, habría más agua derramada por los llantos de los cofrades que por la lluvia, pero no es el caso.

Y acabará la Semana Santa pero seguiremos en cuarentena hasta… ¿cuándo? ¿Nos quedaremos sin romerías? ¿Nos quedaremos sin ir a La Hiniesta? ¿Un bichito hará que se rompa una tradición de 729 años? Ufff, me empiezan a doler los dientes sólo de pensarlo (y eso que todavía no me han salido).

En fin, la tarde está siendo oscura, triste y deprimente. Pero como buen sabio que soy ya, lo mejor es pensar en que a partir de ahora cogeremos las cosas con más ganas y que, el año que viene, será una Semana Santa mejor y, sobre todo, viviré una Vera Cruz con, todavía, más ilusión.

Y, así, sonreiré cuando vea el paso de La Cruz; me asomaré para verle los pies al Pedro del Lavatorio; buscaré al perro de la Santa Cena; intentaré tocar los olivos de la Oración en el Huerto; me enfadaré cuando vea al soldado romano del Prendimiento; me asustaré con los calvos de La Flagelación; me fijaré en los detalles de La Coronación de Espinas; me entristeceré al ver al Ecce Homo; conoceré al niño de La Sentencia; ayudaré con la cruz al Nazareno y amaré a la Virgen Dolorosa.



Texto: Óscar Antón
Fotos: Jenny Sánchez

miércoles, 29 de abril de 2020

SPES 2020

En este día triste de Jueves Santo os quiero hablar, como hermana de la Cofradía, de una sensación que en la mayoría de los casos pasa desapercibida; el tacto.

Este sentido es uno de los menos valorizados y sin embargo, si cerramos los ojos y respiramos profundamente, las hermanas de la Esperanza podríamos reconocer entre cientos el tacto áspero y delicado de una mantilla, como se desliza por nuestros dedos mientras la sacamos de la cajita en la que tan cuidadosamente la guardamos año tras año. Cómo cae sobre nuestra cara y hombros mientras nuestra hija, madre, abuela, vecina o amiga la coloca sobre la peineta una, dos o tres veces hasta que queda perfecta.

La peineta, de carey o concha, ¿la notáis en las manos? No hay año que no pase mis dedos por ella y no sonría recordando algún momento del pasado sujetándola con fuerza mientras el viento arrecia y nosotras cruzamos el Puente de Piedra. Ella es como nuestra Virgen, fuerte y firme, sujetando todo el peso de unos días como estos, llenos de tristeza por no estar a su lado.

Ahora quiero que recordéis el tacto ligeramente tosco de vuestro abrigo de paño mientras lo pasáis por vuestros hombros, la suavidad del forro interior. Qué combinación tan extraña, ¿no creéis? Es como cuando se te eriza la piel de las piernas veladas por unas medias negras con el frío y sin embargo el sol te abriga con su calor de las once de la mañana pasando por la Calle Vigo.



El sol también acaricia nuestra medalla, portada con orgullo sobre el pecho, la cual tocamos a través de los guantes blancos. Recorremos sus líneas, los trazos del rostro, corona, manto y túnica de la Virgen de la Esperanza que nos da fuerzas en todos los momentos del año.

Durante tres horas nuestras manos portan la tulipa. La de veces que la paso de mano a otra, que toco el cristal para calentarme, que recorro el reborde ondulado o incluso llegó a mancharme los guantes con el hollín. A ratos mirando la llama fijamente, otros jugando a deshacer la vela.

¿Y los pies? Quién no ha sentido que los zapatos le mataban, que los tobillos le dolían y se ha descalzado momentáneamente para relajarnos. Tocar el suelo frío y sentir cierto alivio mientras hacemos un fondo es una sensación que difiere de cualquier otra.
¿Y las hermanas que descalzas hacen penitencia? Menudo valor tienen al sentir las medias que se les van rasgando, los restos de pipas que se clavan en los pies y no saben cómo quitarse, los adoquines irregulares que les hacen trastabillar.

Los pies sienten y se resienten mucho durante esa mañana pero al llegar a la Plaza de la Catedral un fortalecedor sentimiento nos mantiene firmes andando los últimos tramos, recogiendo en las manos la tulipa de una hermana que está agotada, poniendo una mantilla que está por caerse en los últimos instantes del recorrido, cogiendo a una niña para que vea como nuestra Virgen de la Esperanza da los últimos pasos de camino a la que es su casa.

Este año debemos agudizar los sentidos para recordar todos esos momentos únicos que a lo largo de nuestra vida hemos parecido obviar. Este año no os saco de la caja, mantilla, peineta, medalla, abrigo y tulipa. Este año permaneceréis guardadas y tristes, pero es que este año debemos cuidar unos de otros con la llama de la esperanza puesta en nuestros corazones.


Texto: Alexia Esteban
Foto: Anselmo Esteban

martes, 28 de abril de 2020

Tradición, Sencillez y Fe

Son las 0:00 de la noche del Miércoles Santo y no estoy en la calle, ni siquiera en Zamora. No estoy cansado, no me duelen los pies ni de estar en la acera, ni de los zapatos por salir en procesión. No nos hemos reunido a comer los socios de Luz Penitente como cada año. No miro al cielo ni la aplicación del móvil buscando las previsiones del tiempo. No miro el reloj mientras pienso las pocas horas que voy a dormir después de ver Las Capas para mañana temprano ir hasta Cabañales.
Estoy en el sofá de mi casa, viendo videos en internet, evocando Semanas de Pasión del pasado, anhelando tener entre mis manos un medallón o un hachón que me acerque a Zamora; añorando los sabores, olores y sonidos ligados a la Pasión, esos momentos hasta ahora insignificantes de preparar la túnica, el caperuz, limpiar los zapatos… esas sensaciones, esa Semana Santa.


Este año nadie está en la acera esperando ver pasar al Cristo del Amparo ante sus ojos. No, este año no veremos el Pendón que abre el desfile de la Penitente Hermandad bajando por la Puerta del Obispo, ni escucharemos el sonido de las matracas llamando a guardar silencio. O el toque de fondo de las campanas de Olivares. No se escucha el bombardino ni el chirriar oxidado de los faroles…
La tradición, la sencillez y la fe no están en las calles y las capas alistanas se han quedado en los arcones y armarios de los hermanos, ¿acaso existe mayor Penitencia? Hoy el Duero no ha visto el sentir de Zamora ante la imagen de Cristo Crucificado. Ese Cristo sencillo, clavado en su cruz, con la paz y el perdón marcado en el rostro. La Rúa no ha rezado el Vía Crucis, ni Olivares cantado el Miserere Alistano.
No, ninguno estamos en las calles, pero este año sí que la fe y devoción están más presentes que nunca. Están presentes en el anhelo a lo que pudo ser, en la rabia por el reencuentro imposible con familiares y amigos, en los abrazos que no son, en esa videollamada que finaliza con un beso al aire, pero sobre todo, en la esperanza para que esta mala pesadilla pase cuanto antes…
¡Salud para el año que viene!

Texto: Miguel Ángel Rosón
Foto: Verónica Viñuela

lunes, 27 de abril de 2020

Mi Tarde del Miércoles Santo sin y con Coronavirus

MI TARDE DEL MIÉRCOLES SANTO SIN CORONAVIRUS:

Tal tarde como hoy, desde hace más de cincuenta años, tenía esta tarde bastante movida. Me explico:

Al ser hermano de las los cofradías que procesionan este día, que como todo el mundo sabe son la Real Cofradía del Cristo de las Injurias “Cofradía del Silencio” y de la Hermandad de Penitencia “Capas Pardas” y no queriendo faltar a ninguna de las dos, debo de hacer malabares con el reloj, pues desde mi domicilio hasta la Catedral y a la Iglesia de San Claudio de Olivares hay mucha distancia y poco tiempo.

Después de revisar que llevo la túnica, caperuz, guantes blancos, decenario, cíngulo, hachón con la vela, la boina, la capa, coloco todo cuidadosamente en el coche.

Obligadamente debo hacer uso del coche para que me se sirva de armario-ropero, procuro aparcar en el barrio de Olivares, llevando la túnica y el hachón para ir a la Catedral, una oración ante el Cristo de las Injurias y procuro salir de los primeros a la plaza para el acto del Juramento y acabar lo más rápido posible la procesión para bajar a Olivares, tomar un bocata, cambiarme, coger la Capa y marchar corriendo a la Panera a recoger el farol, para ir deprisa a la Iglesia , rezar un Padrenuestro al Cristo del Amparo, e intentar descansar 10 minutos para aguantar la procesión.



Hace años, cuando no era tan mayor, me daba igual no ir de los primeros, pues llevaba a mis hijos pequeños y había muchos empujones en el atrio de la Catedral e incluso en el interior de la misma, y entonces los nervios para dejar los niños con su madre y llegar a tiempo a la Panera, no me daba tiempo ni de cenar ni de ir al servicio siquiera.

El año pasado ante el mal tiempo que hacía decidí no ir a la procesión del Silencio para luego ir con calma a Olivares, pero al final no acudí tampoco, suponiendo que no iba a salir.




En mi calidad de mayordomo de la Real Cofradía del Silencio tengo 3 opciones para ese día:

Procesionar como hermano de fila, con mi hachón.
Procesionar con capa de emérito en lugar destacado.
Deambular dentro de la Catedral durante los preparativos de la procesión y ver el Juramento cerca del Cristo.

Cada año elijo una de estas opciones, depende de cómo me responda el cuerpo y los años.



MI TARDE DE UN MIÉRCOLES SANTO CON CORONAVIRUS:

Quedarme en casa añorando no estar en la calle y viendo videos de Semana Santa.

El disgusto por no haber desfilado el año pasado se suma al de este año que por culpa del dichoso virus tampoco voy a poder salir, y van dos años seguidos, una pena.




Texto: José María Álvarez
Fotos: José María Álvarez, Déborah González y Horacio Navas

domingo, 26 de abril de 2020

Martes Santo 7 de abril de 2020

Hoy es martes, martes santo, pero este año no es especial, es como otro martes, más bien como otro día cualquiera de la semana. Si me paro a pensarlo, ni siquiera es como otro cualquiera, es raro, no podría definirlo. No tenía planeado que un martes santo me quedara en casa y mucho menos lejos de Zamora.

Esta semana de pasión no será igual que ninguna otra. Este martes, no será como ningún otro, es imposible. Esta noche, las calles de Zamora estarán vacías. En la parroquia de Santa María de la Horta no habrá ningún hermano o hermana reunida en torno a Ti, Cristo de la Agonía. Esta noche nadie podrá consolarte en tu sufrimiento.

El mundo se ha parado, Zamora se ha parado y nuestra Semana Santa también. No hay pipas por el suelo, ni se ve a la gente comer almendras garrapiñadas por la calle.

Esta noche a las 11 tendríamos una cita contigo. Una cita que ya nunca más será dirigida por el que fue nuestro obispo Don Gregorio y tampoco este año podré estar alrededor tuyo en la Eucaristía esperando el gran momento.


Una cita que este año no será posible y duele porque no podré acompañarte por las calles de mi barrio. Este año, ya no habrá nervios a la hora de ponerme la túnica y colocarme bien la faja recta y del lado que corresponde. Esa faja de color verde que simboliza la Esperanza y a la que tenemos que aferrarnos en estos momentos tan duros.

Esta noche no habrá silencio por las calles interrumpido únicamente por el sonido de los tambores de la hermandad. Esta noche tus siete palabras en la cruz no serán recordadas en la Plaza de Viriato mientras nosotros ordenados alrededor de ella esperamos que pases a nuestro lado.

Ahora la plaza estará fría, sola y húmeda. Pero, sobre todo, callada. Nada ni nadie podrá romper ese silencio sepulcral tan solemne como esta misma Semana Santa. Nadie podrá oir las palabras ni las monótonas pisadas de los hermanos, mis hermanos. La plaza y su estatua estarán solas, acompañadas solamente por el viento y por nadie más.Esta noche no será posible, pero te sentiré más cerca que nunca a pesar de estar tan lejos. Tú que me guías cada día, no nos abandones, sigue a nuestro lado.

Esas 7 palabras que Tú dijiste en la Cruz, momentos antes de morir por nosotros y ahora, esas 7 palabras nos reconfortan a las personas de Fe. Tú, Cristo de la Agonía, no dudaste en sacrificar tu vida por nosotros y ahora somos nosotros los que tenemos que sacrificarnos, vivir una Semana Santa sin verte por las calles de Zamora es duro y ya estoy pensando en el martes santo del año que viene. Las 7 palabras que tanto nos reconfortan y cargaban mis hermanos en un estandarte, estarán guardados en un rincón sin nadie que les pueda portar, sin nadie que les pueda dar voz...

Te siento cerca porque siempre estás conmigo, te siento en mi corazón que ahora llora pero que sabe que el año que viene con más fuerza y con más ilusión acudiré el próximo año a mi cita contigo.

Texto: María Domínguez
Foto: Horacio Navas

sábado, 25 de abril de 2020

Lo que pudo ser y fue

El Nazareno de San Frontis regresaría a su barrio acompañado por la Virgen de la Esperanza en unos días Santos muy especiales.

La Avenida del Nazareno de San Frontis se ha transformado en una senda del dolor hacia la Cruz con el paso del Nazareno y el rezo del Vía Crucis como todos esos hermanos y hermanas que combatían la dichosa enfermedad en cientos de hospitales y centros sanitarios a lo largo y ancho del Mundo.


Partiría el desfile procesional a las 20.15 horas de la Catedral para devolver al Jesús a su templo sanfrontino seguido por su Madre, la Virgen de la Esperanza. Hombres, mujeres y niños, integrarían las hileras de cofrades hermanados bajo el caperuz. La Banda de Tambores y Cornetas de la Cofradía y las campanas del Barandales,lanzarían al aire el aviso de que llegaba la procesión. Centenares de cofrades con túnica blanca y caperuz morado saldrían de la Catedral acompañando al Nazareno de San Frontis y a su Madre, seguidos de las Bandas de Zamora y de la de Nacor Blanco, que interpretarían a la salida las marchas compuestas para ambas imágenes por  Carlos Cerveró.

El Nazareno, regresaría a su casa, al otro lado del Duero, a hombros de sus hermanos de paso, con flores rojas y moradas a sus pies. La Virgen, por su parte, adornada con flores blancas se quedaría en el convento de Cabañales, de donde saldría en la mañana del Jueves Santo para retornar a la Catedral acompañada por miles de mujeres. Su paso corto y elegante, su manto sembrado de estrellas dejaban el verde rastro de la esperanza en las calles de una ciudad que siempre espera. Esa Esperanza que anhelamos ahora más que nunca para volver a la normalidad y poder curar miles de corazones rotos.Por delante  del paso de las imágenes, las catorce estaciones del Vía Crucis diseñadas por Antonio Pedrero con los paños que en su día estuvieron en la mesa de la Virgen. Cerrando la procesión, más esperanza , los más pequeños ,esa banda infantil de tambores que constituye una cantera que asegura el sonido del tambor por los años de los años. Ya en Cabañales hubiera tenido lugar la despedida entre el Nazareno y la Virgen, las imágenes se hubieran reverenciado de forma pausada y elegante para seguir cada una, ya por separado, su camino. 


A orillas del Duero resonaría  el rezo del Vía Crucis que poniendo fin a este Martes Santo zamorano, tan especial, tan melancólico y tan difícil a la vez. Muchos de los nuestros han cargado con la cruz del dolor, del miedo, de la muerte, pero han mecido los pasos, los miles de sanitarios luchando por todos ellos y ahí en las filas de nuestras casas y hogares, hemos estado los hermanos y hermanas del Vía Crucis, rezando y arropando para que este maldito virus no haga más mella.

Este ha sido mi Martes Santo particular.

Texto: Luis Fernando García
Fotos: Horacio Navas

viernes, 24 de abril de 2020

Tristi Est Anima Mea

Todos recordaremos el momento en el cual las campanas daban la medianoche en la ardua madrugada del lunes 6 de abril del 2020. La ciudad con sus balcones engalanados con las distintas enseñas de las cofradías y hermandades de la capital guardan luto en señal de respeto por todos aquellos que un día estuvieron y ya no están por esta triste y dura realidad que nos ha tocado vivir.

"Tristi est anima mea" debería de haber resonado en la vieja plaza de Santa Lucia, no nos dábamos cuenta, pero eso era lo importante, volver a juntarnos bajo su imagen un año más para poder revivir esa dosis anual de vivencias y sentimientos, los cuales quedarían grabados para la posteridad en nuestros corazones y recordariamos con emotividad a lo largo del año.


Tras esperar todo un año, los días grandes de esta ciudad no se pudieron celebrar. Zamora no abrió sus puertas a los forasteros, a los zamoranos que un día tuvieron que emigrar en busca de un trabajo o una formación que nuestra ciudad no le pudo dar, ciudad olvidada pero que en la Semana de Pasión resurge anualmente de sus cenizas y se convierte en una gran atmósfera llena de gentío, olores, sonidos, reencuentros, vivencias y sentimientos. En las casas no se multiplicaron las camas para dar cabida a los familiares para sentarse en la misma mesa para vivir esta celebración que forma parte de la vida de sus gentes.

Uno de los momentos cumbres de nuestra Semana Santa se vivió, aunque no de la manera que queríamos, pero con más penitencia que ningún año. Los medallones rozaban el pecho de los hermanos de la Buena Muerte que desde sus casas seguían, por los diversos canales de televisión y plataformas de comunicación, el desfile de años anteriores coincidiendo en tiempo y hora con el que debía de haber sido y no fue, esta vez no por las angostas rúas de la ciudad, ni con la estameña puesta, aunque en los corazones emocionados y en el alma de todos los hermanos estábamos todos reunidos, un año más, en la mágica noche de Lunes Santo.

Cuando estos días pasen y podamos volver a la vida normal, miraremos al suelo y no veremos las marcas que el esperma de las teas debería de haber dejado en el casco antiguo de la ciudad. La Semana Santa del 2020 nos servirá de lección y le serviremos de lección. La llevamos en la sangre, por eso no la hemos dejado pasar desapercibido, la hemos celebrado desde casa, cocinando su gastronomía, reproduciendo en los balcones marchas y cánticos que volverán a sonar el próximo año en nuestra ciudad.

Volveremos con más ganas que nunca. Salud para el próximo año hermanos.


Texto: Miguel Luis Bragado
Foto: Verónica Viñuela

jueves, 9 de abril de 2020

Pinta y Colorea

Luz Penitente ayuda a vivir esta cuarentena en casa y ofrece estos dibujos de Semana Santa, realizados por Anselmo Esteban, para que lo más pequeños os entretengáis pintando.

Cuando los tengáis acabados, podéis mandar una foto del dibujo a asociacionluzpenitente@gmail.com y nosotros los colgaremos en nuestra página una vez finalizada la Semana Santa.

Muchas gracias.









martes, 7 de abril de 2020

Llueve pero hoy nadie mira al Cielo

Cabe hoy más que nunca recordar, que la muerte no es el final del camino. Tiempos difíciles  de ávidos sentimientos que hacen estremecer nuestras raíces zamoranas, ahora más fuertes que nunca. Una pasión que no se puede explicar si no la has vivido, nosotros la llevamos innata. Duele por dentro, quema el desasosiego de lo que no ha podido ser pero se vive con fuerza en nuestro interior. Hoy es Lunes Santo, y “La muerte no es el final” no dejará de sonar por cada rincón de la Bien Cercada.

Hoy los zamoranos no han mirado al cielo resignados, ni han clamado por menguar la lluvia que moja las calles tan vacías como su silencio en una Semana apagada que no parece Santa. No huele a almendras garrapiñadas, no se siente el leve aroma del incienso y las velas no dejaran su rastro en los adoquines de la ciudad. Hoy era día de capas blancas que ondean en sincronía bajo la tenue luz de los faroles a ras de suelo, luz de vida que ahora brilla desde la ventana de muchos hogares.

Me asomo esperanzada de poder atisbar algún resquicio de pasión por mi ventana, aún quedan fuerzas pasa desenfundar mi clarinete y regalar al viento la suave melodía de “La muerte no es el final”.  Hoy, como cada Lunes Santo, he cumplido, aunque esta vez no sea desde San Lázaro hasta el Museo; aunque esta vez no hiciera una pausa en la Plaza Mayor para ver bailar los pasos en una armonía perfecta al son del coro. Hoy seguiremos velando a los excombatientes caídos, hermanos de pasión, pero de una manera muy diferente.
Pesa como la Cruz de los Yugos, duele como la Corona de Espinas. Tiembla Jesús de la Tercera Caída, porque hoy tu Cruz pesa más que nunca. No verás a tu madre, Virgen de la Amargura, levantar la mano al cielo clamando compasión en sintonía con su mirada. No habrá Despedida de madre e hijo, han que esperar un año más para culminar su inclemente camino. Hoy esa Tercera Caída pesa bajo los hombros de toda la ciudad; hoy, más que nunca, es necesario recordar. Juntos preservaremos la memoria de esta crónica de lo que pudo haber sido, y no pudimos dejar de ser.

Texto: Alba Carbajal
Fotos: Víctor Garrido

lunes, 6 de abril de 2020

Y fue Domingo de Ramos


Desperté, abrí mis ojos y me levanté. Tiré de la persiana y miré el cielo, preocupado por saber si podríamos salir con la procesión, pues a las 10h de la mañana desde la Capilla del Cementerio, iniciamos la procesión de la Borriquita de Villaralbo… de pronto me di cuenta, este año no, y como una losa todo mi mundo se paró, y el Domingo de Ramos así comenzó.

Siempre digo que los días de Semana Santa tienen algo especial, cada día tiene lo suyo, pero para mí, uno de esos días es sin duda el Domingo de Ramos. También para mis hijas, con las quien comparto esta Pasión, que trato de transmitirles para que la cojan como una enseñanza de las más importantes de su vida.

Domingo de Ramos en el que andamos a caballo entre Villaralbo y Zamora, pues como antes decía, Jesús en su Entrada en Jerusalén primero ataja por nuestro humilde pueblo para dejar una bella estampa de Jesús sobre la borriquita. Es la Cofradía de Jesús Triunfante la que sale a la calle con el rojo y blanco sobre sus túnicas y con un buen puñado de niños hebreos que agitan sus palmas para dar la bienvenida a nuestro Rey. El cielo nos hubiese dado un respiro hoy y podríamos haber salido, haber llevado el Evangelio a la calle, hoy es nuestro día, hoy es su día, el día de los niños.

Casi como un rayo, pasan las horas entre las dos procesiones y toca ponerse otra túnica, una de Rojo Cardenal sobre Blanco Nacarado, pues como siempre sucede, toca comer un poco a la “ligera” para irnos a la otra procesión, de la que también toda la familia somos Cofrades, nuestra Borriquita de Zamora.


Siempre un momento especial, ese momento en que todos los años nos vestimos para acompañar a Jesús entrando en la Jerusalén de Zamora, ajustando el pañuelo, ciñiendo el fajín para que no se mueva, y colocándonos la capa. Ese caminar hasta el museo de Semana Santa que se vuelve tan especial, pues es el más especial que recuerdo de todas las procesiones, será la hora, será el día, será la procesión, no lo sé, pues en este día Zamora es especial.

Hoy hubiese sido la primera procesión de la Borriquita para mi hija pequeña Altea, pues el pasado año, estaba malita y no pudo salir; este año ha querido el destino que tampoco se logre, pero se de buena tinta, que el próximo año si podrá acompañar a Jesús, con su pequeña palma, quizás a mi lado junto a la Cruz Guía.

Es una tarde de algarabía, de palmas, olivos, ropa nueva, incienso…. De olores que inundan Santa Clara, sobre todo a garrapiñadas, que se funden a borbotones entre la multitud de puestos callejeros por la calle principal.

Hoy no habría podido ser, pues la lluvia que hizo presencia en la tarde, nos hubiese dejado con la primera procesión de esta Semana Santa 2020 que se hubiese suspendido por la lluvia.

Ya toca despedirse, y la despedida se hace en la puerta del museo, con la llegada del paso a los sones de “La Pilarica” y lentamente entre cientos de palmas agitadas con fuerza, “La Borriquita” encara la puerta del museo para despedirse hasta otro año. Siempre se escapa una lágrima, la primera, no se puede controlar, y así a los sones del “Himno Nacional” Jesús se esconde tras las puertas del museo, en la que hubiese sido su última entrada tal como lo conocemos.


El Domingo de Ramos acabó con un cielo gris y lluvioso pero …. siempre hay un final para el mal, y cada día está más cerca, no lo dudéis.

Hasta otro año…

A mis hijas Verónica y Altea.


Texto: Juan Manuel Bragado
Foto: Jesús Salvador
Dibujo: Anselmo Esteban

domingo, 5 de abril de 2020

Nunca Caminarás Solo

Día duro. Día triste. Día sin pasión.

Aún no termino de asimilar que no estarás sobre mis hombros esta tarde. No logro aceptar que estaré con mis hermanos llevándote un año más al campo santo para recordar a todos aquellos que nos dejaron por el camino.

Debido a este desagradable virus que está arrasando, por precaución, cuando hace un mes nos decían que este año lamentablemente nos quedaríamos sin nuestra querida Semana Santa no lograba asimilarlo, a medida que sucedían los días y los hechos era una noticia que bueno, te la terminas esperando, pero cuando se hace realidad una gran parte de ti no lo asimila, no quiere aceptarlo.


Tal día como hoy hace una semana, deberíamos habernos reunidos los cargadores para a posteriori trasladar el trono-andas a la S.I Catedral, como es obvio, no sucedió. Semana después me encuentro en casa, sin saber qué hacer, pensándote todo el tiempo señor Jesús. Ya que hoy hubiera sido mi tercera carga bajo tus banzos. No podré abrazar a mis compañeros, tampoco charlar, contar anécdotas, reír o tan solo escuchar y aprender con sus sabías historias sobre la hermandad…..o simplemente quedarnos en silencio mientras Pablo, el reciente elegido jefe de paso, pasaba lista a la vez que nos comentaba que puesto ocuparíamos. Sin olvidarme ni mucho menos de las fotos previas que realizaría, una de ellas con dos grandes amigos, que hoy también se encuentran en mi recuerdo; una foto que hubiera sido especial ya que nunca nos habíamos juntado los tres ataviados con la túnica.


No podré descenderte lentamente para pasar por el Arco del Obispo, al igual que instantes después tampoco sufriré mientras bajamos las Peñas de Sta. Marta. Mucho menos de los momentos íntimos sobre el puente de piedra, tan solo tú y nosotros.

No diré que no recordaremos a los fallecidos porque eso siempre se hace, pero sí diré que en ese merecido descanso mis hombros no se enfriarán. Un año sin rezar el Padre Nuestro en la mismísima puerta del cementerio, para nosotros. Una cuesta del Pizarro sin cambiar de lado, no me colocaré delante, ni por supuesto nuestro íntimo baile al llegar de nuevo a la iglesia matter; un baile para el coro allí presentes recitando sus obras, para nosotros, también como bienvenida a Pablo a la vez que nos despedimos de Dani por su Jubilación.


Hoy puede que estés en tu altar, solitario, con la reja cerrada pero te podemos prometer que en nuestros corazones te seguimos acompañando. Porque aunque físicamente me encontraba en mi domicilio, espiritualmente, a las 20:00 me encontraba bajos tus banzos. Pero te podemos asegurar que nuestra pasión y sentimientos permanecerán. Que nos juntaremos en año que viene con más ganas y fuerza que nunca.

Porque te prometo Nuestro Señor Jesús Luz y Vida que
Nunca caminarás solo.

Salud para el año que viene a todos.

Texto y fotos: Víctor Garrido

sábado, 4 de abril de 2020

Al Sexto Viernes







“Y volví a recorrer lugares que no sabía que existían, donde también se reza, se ama y se sufre. Donde suenan notas de un recio pentagrama zamorano que hacen sonar un campanil en medio de nubes  de incienso que perfuman frías noches de Abril…”






Jueves de Pasión, teníamos una cita y no nos hemos presentado ninguno de los dos, ni tú ni yo.

…Hoy la puerta de la Parroquia, no se abre
 y yo no la puedo abrir.
Porque hoy no te bajaron
 y  tu coro no te pudo cantar.
Porque hoy tus velas no arden
y no encuentro quien te las encienda.
Porque hoy el incensario no sabe que perfumar
 ni encuentro incienso que quemar.
Porque hoy te iba a besar
y no encuentro quien me lo haga recordar.
Hoy teníamos una cita y se nos olvidó.





Al Sexto Viernes de Cuaresma, Santo Cristo, ya no me hizo falta nada, solo necesito mirar a la luna que es la que nos une en la distancia, no me hace falta ni martillo ni capataz, ni paredes de blanca cal, ni golondrinas que te alivien ni tan siquiera aromas de azahar…para llegar a Ti, doy por hecho que solo necesito subir por los escalones de tu pecho.


Catorce velas anuncian cómo el primer Crucificado de la Semana Santa zamorana expira igual que el de la Semana Santa sevillana. Catorce velas anuncian que cuando cuatro clavos suenan entre una multitud igualan al norte y al sur. Catorce velas me anuncian que he visto morir a muchos Cristos de la misma forma que tú”

Al Sexto Viernes, Santo Cristo, yo me atrevo a imaginarte siendo condenado a muerte, cargando una cruz, no sé cuantas veces caído, buscando a tu Madre, despojado y clavado en la cruz pero antes de que mueras, yo me quedo contigo…viendo como tus brazos abarcan al mayor atributo de un cristiano y viendo como tu sudario te resguarda el cuerpo que tallara ese anónimo zamorano.

Al Sexto Viernes de Cuaresma, Santo Cristo, me hubiera gustado volver a tu barrio contigo. En las buenas cofradías, los mejores momentos siempre se ven a la vuelta, siempre. Un Cristo que viene de extramuros cuando vuelve a su barrio, vuelve cansado, vuelve con la penitencia cumplida, vuelve desnudo de todo y es entonces cuando empiezas a vivir las últimas imágenes que te vas a llevar de recuerdo hasta el próximo año, luchas con tu memoria para que retenga cada uno de los momentos que vives en ese instante, buscas la última gota de cera que cae y quieres nublarte por última vez entre la nube de incienso.
 Todo esto me hubiera gustado sentir contigo, Santísimo Cristo del Espíritu Santo, ver cómo te pierdo mientras cruzas el dintel  de la parroquia y ver cómo te conviertes en mi mejor recuerdo y con la esperanza puesta de que en la próxima cita no faltemos ninguno de los dos, ni tu ni yo.

“Señor del Espíritu Santo,
que bajo la luz de tu mirada,
y en tu caminar, presentado a Zamora,
te conviertes a tu paso en oración redentora”


Texto: Carlos de María
Dibujos: Noelia de María
Viernes de Dolores 2020.

viernes, 3 de abril de 2020

Jueves, día 2 de abril

Jueves, día 2 de abril. Traslado de nuestro Mozo hasta la Catedral, es decir, inicio de nuestra ansiada Semana de Pasión. Comienza la Semana Santa 2020 en Zamora.

Vamos a cerrar los ojos. Imaginemos que son las 20:30 y ese Cristo que tanto queremos, empieza a asomar por la puerta de la Iglesia de San Frontis con el Himno Nacional sonando en los instrumentos de Nacor Blanco. Seguidamente, empezamos la marcha hasta su segunda casa, recorriendo la Avenida que lleva su nombre y viendo a lo lejos el atardecer. Primer fondo. Aprovechamos para, un año más, tener un recuerdo fotográfico de tan bella escultura.


Retomamos la marcha cruzando al son de Mater Mea el Puente de Piedra y llegamos al inicio de la Cuesta del Pizarro. Segundo fondo. Volvemos a aprovechar para tomar más fotos o posar junto a él.



Iniciamos la subida por la empinada cuesta con Cristo de la Sangre de fondo. Al llegar a su cima, tercer y último descanso. Utilizamos esos minutos para ir corriendo hasta la Catedral y verlo llegar a pie de calle como espectador. Pasados unos instantes, ya oímos a nuestro querido Barandales con su hermoso repique, anunciar la llegada del Nazareno. Los músicos empiezan a tocar la marcha que lleva su nombre, Nazareno de San Frontis, con esos acordes maravillosos que te ponen la piel de gallina. No cesan hasta que, finalmente, nos despedimos de él hasta el Martes Santo, volviendo a escuchar el Himno Nacional. Son las 22:40 horas y la primera “procesión” ya está superada.



Volvamos a abrir los ojos. Este año nada ha sucedido: ni Barandales, ni Mozo, ni músicos, ni marchas ni espectadores. Absolutamente nada. Todos nosotros estamos en casa desolados porque hoy comenzaba nuestra SEMANA y seguirá siendo nuestra de un modo mental e imaginario.

Recordemos paso a paso todas y cada una de nuestras procesiones como si las estuviéramos viviendo en este mismo instante. Son muchas vivencias, muchos recuerdos, ilusiones y emociones que hemos de retomar para no decaer en estos días. Zamora no tendrá Semana Santa oficial, pero nosotros, los zamoranos, podemos y debemos vivirla de otro modo, teniéndola presente siempre en nuestra retina y en nuestro corazón.

Feliz inicio de esta Semana tan especial y única. Fuerza y ánimo para todos aquellos que lo están pasando mal por no poder hacer su sueño realidad. Ese sueño de sentir y escuchar de cerca los sones de la Pasión que tanto deseamos cada año.




Texto y fotos: Verónica Viñuela

miércoles, 1 de abril de 2020

Una Semana Santa Distinta

Junto a la desolación, tristeza y consternación para todos los semanasanteros ante la suspensión de nuestros queridos desfiles procesionales, tan esperados durante el año; se une la imposibilidad de salir de nuestros hogares, con la generación de una gran cuantía de tiempo libre para “comernos el coco”.

Pero también nos sirve para darnos cuenta de que existe una Semana Santa que desconocíamos, aquella que carece de procesiones.

Los más jóvenes conocemos las Semanas Santas tradicionales, en la cual las procesiones han salido a la calle, o no, por culpa de la lluvia. Pero desconocíamos una Semana Santa en la que con un mes de anterioridad sabíamos que no disfrutaríamos de ninguna de las procesiones, ni tan siquiera nos dio tiempo a sacar para lavar las primeras túnicas, acudir a un Triduo o poner a tono nuestras imágenes.

Al menos en las tradicionales, nos quedaba el ambiente que se respiraba, los momentos previos a cada procesión, lloviese o no, las lágrimas del duro momento de afrontar la suspensión por la lluvia o simplemente ver tu casa repleta de túnicas, pañuelos, recibos, medallones o ceras.

Este año descubriremos nuestra propia imaginación, actuaremos conforme nos lo diga el alma, el corazón y nuestro espíritu semana santero.

Unos pondrán música desde el balcón, para que el resto de vecinos la vivan igual que ellos.

Otros se pondrán vídeos de otros años.

Todos nos imaginaremos sobre lo que esté pasando, y preguntaremos:

-“¿por dónde llegará la procesión?”

Por donde tú creas, las procesiones este año las organizamos cada uno de nosotros, a nuestra manera.


Cada uno a su manera y con su estilo, pero no tengáis la menor duda que haciendo lo que se os ocurra, cuando queráis daros cuenta será Lunes de Pascua, y esta pesadilla, si Dios quiere habrá acabado, pues el confinamiento y el estado de alarma, si todo va bien, finalizará el Sábado Santo.

Ese es un alivio, a mí siempre las Semanas Santa se me pasan muy rápidamente, esperemos que esta no sea menos.

Disfrutad, en la medida de lo posible, los próximos 10 días, los que llevamos esperando tanto tiempo, y que nadie, nos amargue nuestra Semana Santa, peculiar, tanto, ¡¡que estamos todos deseando que llueva!!

Pero a poder ser que llueva, que falta hace.

Nos vemos mañana, acompañando al Nazareno de San Frontis a la Catedral.

Texto y foto: Julián Hernández