martes, 7 de mayo de 2019

Martes de Despedida

Y llegó el Martes. Hoy no hay incertidumbre ninguna. Día primaveral donde los haya. Estameña preparada. Debutamos en la Cofradía del Vía Crucis.

Apenas son las siete de la tarde, y la estameña ya me acalora el cuerpo. El itinerario para ir desde mi lugar de salida (mi casa) al templo de partida (S.I. Catedral) es el inverso al que realizaremos a lo largo de la procesión.

Una marea morada tiñe la Plaza Mayor de cofrades que se disponen a ir al Templo Mayor. La curva que gira desde la Rúa hacia Alfonso XII está repleta de gente. Apenas existe un mini pasillo por donde, a duras penas, pasamos.


Viriato, a rebosar, La Magdalena repleta de un mar de filas que esperan la llegada de la procesión, y así, hasta la Plaza de la Catedral.

En el atrio nos juntamos toda la banda, y, tras un mar de fotos, abrazos, nervios y tragos de agua, se oye una voz:

-“Abrid la puerta que nos vamos”.

Y así fue, caperuces puestos, boquilla preparada y a ritmo, salimos. Empezamos con una más que conocida marcha, “Nazareno de San Frontis”. Que bonito queda salir tocando por la puerta del atrio y que atentamente, los miembros de las dos bandas de Zamora te escuchen sin perder detalle.

Nosotros ya hemos abandonado la Plaza, pero a mi me falta algo, giro el cuello y veo salir al Nazareno de San Frontis a ritmo del himno nacional por el atrio de la Catedral. Ese “Mozo” con túnica morada y cruz pesada a cuestas que regresa al templo que lo cuida y lo reza durante todo el año.


Detrás, a no muchos metros, le sigue el rastro su madre, la Virgen de la Esperanza, con su majestuoso manto verde.

La noche cae sobre la Bien Cercada, las dos imágenes iluminadas por sus faroles, el Nazareno y su dulce rostro. Y la Virgen y sus manos, implorando piedad.

Nosotros mientras, a son de “Sagradas Vestiduras”, abandonamos el frío y oscuro Puente de Piedra, para esperar al momento cumbre de la tarde, esa despedida con las reverencias. Mucha gente atenta y expectante, oye venir al Barandales. Los niños, al oírlo, corren despavoridos a los pies de sus padres.

El Nazareno entra en la Plaza mientras que la Virgen recorre el Puente. Que estampa. Mirar hacia el puente, y solo ver oscuro, pero solo las luces de las imágenes rompen el oscuro.


Una vez dentro las dos imágenes, se encaran, y con unas suaves reverencias, que saben al “adiós” de una madre que pierde a su hijo.

Se encaminan ahora, solos, sin acompañarse entre ellos. La Esperanza aguardará a la mañana del Jueves Santo en el Convento de Cabañales, y el Nazareno, rezando el Vía Crucis vuelve a su templo, donde ya le aguarda gente del barrio, esperando su llegada.

Hemos cumplido en este “debut”, la tarde ha sido perfecta, todo ha sido perfecto. Y ahora, que el año que viene podamos repetirlo.

Texto: Julián Hernández
Fotos: Horacio Navas

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