La Catedral vuelve a ser centro de atención para la tarde del Sábado. La Hermandad Penitencial de Nuestro Señor Jesús de Luz y Vida se congrega en el interior del templo para iniciar su camino más allá de los limites urbanos, más allá del rió Duero, donde los Zamoranos que ya no nos acompañan descansan.
Hasta allí se dirige la procesión, que ya desde sus inicios acogió tanto hombres como a mujeres porque es de todos y todas recordar a los difuntos.
Ofrenda como recuerdo a los que no están en general y a los que hicieron posible la Semana Santa en particular.
Y así año a año, la Semana Santa de Zamora dirige su mirada hacia el campo santo para recordar sus raíces y que mejor manera de hacerlo que a través de su máxima expresión como es la Semana Santa.
Los hermanos y hermanas dibujan con sus blancas túnicas el camino a seguir , acompañados de las notas de la recién estrenada obra "Pie Jesu" en el atrio del templo románico.
Continúan la senda, primero La Corona con las flores para el ex voto. Le sigue ahora la imagen de Jesús de Luz y vida ya en la calle, descansando sobre los hombros de largas filas de cargadores que dan movimiento a las andas.
Recuperando el viejo trazado amparados por el arco del obispo junto al esfuerzo de los cargadores que libran el obstáculo, y así una vez erguida la imagen camina libre hacia el campo santo.
El Duero recibe el cortejo, con los últimos rayos de sol, como a un hermano pues el río y su puente también tienen profundas raíces zamoranas.
Abandonada la ciudad y llegado al lugar de difuntos, ya sin luz, se realiza la acto-oración, ofrenda para el recuerdo, con un acto intimo, elevando sentimientos acompañados por las notas del cuarteto de viento y de las voces del coro.
Todo ello asistido por representantes de cofradías y hermandades junto a representación civil, que realiza la ofrenda: Una corona de flores donde se alojan todos los sentimientos y recuerdos de los Zamoranos.
Vuelve a casa la hermandad cruzando de nuevo el camino hacia el río y su puente, enfilando las empinadas cuestas del abrupto relieve zamorano. El esfuerzo es notable y con la mirada puesta en la Seo, cruzan las últimas calles para entrar en el atrio catedralicio y allí los hermanos y hermanas despiden en silencio a Jesús de Luz y Vida, mientras avanza lentamente hacia el interior.
Textos y fotos: Carlos Gutiérrez.
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