sábado, 11 de mayo de 2019

El Silencio Rojo

Llegó Miércoles Santo, ese miércoles de abril el cual amanecemos con ganas, para ver por fin a Nuestro Cristo de las Injurias recorriendo, desde la catedral hasta el museo de semana santa, mediante las calles de Zamora, no hay año que no me acuerde de vivir esos momentos con ganas, porque justo coincidía con el comienzo de las vacaciones en mi infancia, pero para mí ese miércoles sigue siendo especial, no solo por lo que me encanta la semana santa o porque salgan familiares y amigos, sino por verte a ti, no he visto obra más bonita de un Jesús crucificado, como lo eres tú.

Me preparo rápido y cojo todo el equipo fotográfico para que no se me escape ningún detalle del paso, voy en busca de un buen sitio con un bonito fondo para que pueda resaltar sobre el casco antiguo que tenemos en la ciudad y espero a que comience el rezo para que pueda salir de camino hacia el museo. 



Primero es la ofrenda del silencio y del juramento en nuestra catedral, donde todos los cofrades arrodillados, escuchan el juramento y se preparan para iniciar su camino en sigilo  junto a ti. Yo tengo muchas ganas de que puedas estar cerca  para poder expresar a través de mi cámara lo que me transmites.

Por fin comienzan el recorrido, comienza el silencio en cada rincón de la ciudad, todos observamos, rezamos por ti y por nuestros familiares más allegados. Oigo el sonido de las herraduras de los caballos junto al sonido de los clarines anunciando tu llegada, y ese rojo tan llamativo de los cofrades con sus hachones, el sonido de la campana llevado a hombros por esos cargadores que van con paso ligero y con energía dándolo todo durante el trayecto,  y como no, el olor del incienso.


Cuando apareces, lo primero que vemos es tu cabeza ladeada y abatida sobre tu pecho, junto a esa corona de espinas, las cuales están atravesando la piel de tu frente. Se puede ver esos ojos entreabiertos con una mirada totalmente perdida, abatida. Tu herida sigue sangrando, sobre tu costado derecho, es muy profunda, es dolorosa, tus manos y tus pies clavados sobre la cruz mediante tres clavos de hierro. Por último ese paño de color blanquecino el cual va muy pegado a tu cuerpo por donde el cual está manchado debido al recorrido que ha ido haciendo la sangre.


Comienzo a fotografiar cada detalle de tu cuerpo, tu mirada, tus heridas, tu silencio, ese silencio que solo yo puedo sentir a través de ti, lo que me transmites mediantes. Me quedo sin palabras no puedo dejar de darle al zoom para verte más de cerca para ver más allá de lo que quiero mostrar y todo en pocos segundos.

Pero este año no pudo ser así, el tiempo lo empeoró todo y no pude disfrutar de ti sin la cámara, junto a mi otra mitad que estábamos con muchas ganas de disfrutar juntos de ese silencio. Pero si pedí que en próximos años puedas salir y hacer lo que año tras año haces, embellecer siempre la ciudad con ese color rojo tan bonito que hace que Zamora sienta ese silencio que a mí me haces sentir.



Una vez más, hasta el próximo año Señor de las Injurias.

Texto y fotos: Déborah González

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