viernes, 19 de mayo de 2017

Domingo de Resurrección: En Busca de La Alegría

Los Barrios Bajos de Zamora amanecen con sonidos de cohetes, petardos y con el repicar de las campanas de la Iglesia de La Horta que, después de una semana, suenan alegres y risueñas. Los pájaros pían, mientras vuelan alrededor de las flores que crecen en los jardines que rodean la majestuosa Iglesia románica. El sol brilla y deslumbra, dando la bienvenida a toda una ciudad que lloraba, hasta hace muy pocas horas, una de las injusticias más dolorosas de nuestras vidas. Ha llegado el Domingo de Resurrección; ha llegado, Cristo Resucitado.

Y Él, resguardado bajo un gran manto rojo, sale triunfante por las calles más viejas de Zamora. Cruza la Plaza donde hace pocos días llorábamos su muerte, deja a su izquierda al Puente de Piedra que, feliz, abraza al río Duero y juntos saludan al Hijo del Hombre, mientras sube la, hoy nada empinada, Cuesta del Pizarro.

Y se inclina ante las Iglesias y Templos que va encontrándose a su camino. Y se arriman más y más gentes que, cansados de tantas desdichas que trae el día a día, necesitaban un motivo para salir a la calle y celebrar lo maravillosa y mágica que es, en realidad, la vida. Junto a Cristo, arropándole. Porque con tan sólo mirarle, nuestra cara esboza una hermosa sonrisa de amor.


Pero no todo es felicidad en un día como hoy. Al menos, de momento. La Virgen María, aún dolorosa, sale un pelín más tarde a la calle, lo suficiente como para no encontrar aún a su Hijo, que ya no está en el sepulcro.

Con amargura toma otro camino porque, quizá, haya subido la Cuesta del Piñedo. ¿Quién sabe? La verdad es que hoy se hace muy pesada la cuesta, siendo más empinada de lo normal. Cruza la Plaza de Santa Eulalia, pero Él no está. Quizá deba pasar su mirada por la Calle San Torcuato, pues últimamente ha pasado mucho tiempo por ahí, pero ni rastro. Aún en soledad y tras un pequeño descanso al lado del templo de Santiago del Burgo, Ella se da cuenta y cree poder encontrarlo en la Plaza Mayor. ¡Ése debe ser el sitio donde podrá verle! ¡Ahí es el punto de reunión de muchos zamoranos!

Así pues, se adentra por la calle más transitada de Zamora con esperanza de encontrarle. Ya en la Plaza Sagasta, presagia algo. Siente que las espadas que se le clavaron en el corazón hace un par de días, se aflojan y se caen; empieza a olvidar el peso de los clavos que sostenía hasta hace pocos minutos y, con algo de angustia porque el tiempo se le alarga y no consigue ver bien a causa de las lágrimas, llega, por fin, al centro de la Plaza Mayor.
 

Sí, ahí está. El encuentro con su hijo es lo más maravilloso y mágico que se podía haber imaginado nunca. Vuelve su felicidad, su sonrisa, su alegría.

Y ahora, juntos, descienden Balborraz en el único momento en que esta cuesta irradia felicidad, pese a su desastroso estado durante todo el año. Cristo y la Virgen María, acompañados de toda Zamora, regresan a su hogar y dejan atrás una Semana Santa más. Una Semana Santa que se nos clava en el corazón, porque si hay algo más maravilloso y mágico en esta vida, es haber nacido en este humilde pueblo y vivir estos días con el mayor de los sentimientos.


Texto: Óscar Antón
Foto Resucitado: Jennifer Sánchez
Foto Virgen de la Alegría: Óscar Antón

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