lunes, 4 de mayo de 2020

El Amor de una Madre

Noche de pasión, momentos de congoja, nudo en la garganta y sonidos que desgarran la noche … con nuestro Señor ya de cuerpo presente y con esa tristeza unida a la impotencia de no poder acompañarlo junto a su madre, además de la situación actual tan dolorosa para todos, comienzo esta breve crónica intentando que esta sea un pequeño rayo de luz y esperanza para todos aquellos que la lean.

Con el Mater Mea sonando en mi cabeza veo bajar a Nuestra Madre dirección al Riego con esa tan carga tan pesada y dolorosa, y no solamente el cuerpo inerte de su amado hijo, también marcha cargada con nuestro pesar, miedos y esperanzas. Avanza lenta pero segura, apenas iluminada por unas temblorosas llamas que portan con sus hachones todos aquellos que siempre la hemos acompañado en tan amarga andadura, en tan oscura noche. Es la noche que marca el final de la Pasión pero también la primera que nos abre una puerta a la esperanza, a la ilusión y la que nos hace sentir orgullosos de haber desfilado un año más junto a Nuestra Madre.


Esta ocasión es diferente, las circunstancias son otras pero estoy seguro que en todas nuestras cabezas esta noche sonarán los ecos del Mater Mea, recordaremos el olor a cera derramada sobre las aceras y acariciaremos esa llama de nuestros hachones en nuestros recuerdos. Nuestra Madre por otro lado sigue donde la dejamos, pero al igual que nosotros esta noche seguiremos acompañándola desde lo más profundo de todos nuestros corazones, ella sigue velando por nosotros no solamente esta noche, lo hace todas las noches del año y de nuestra vida. Ella nos cubre bajo su manto siempre, nos protege y nos alienta en los difíciles momentos y situaciones a las que nos arrastra la vida. Es momento quizás de demostrala nuestra fe, de descargar en ella nuestro pesar y de pedirla por que el próximo año vuelva a permitirnos acompañarla y sentirnos orgullosos y agradecidos por ello. Es momento de demostrarla que no solamente andamos a su lado una noche a lo largo de todo el año, no dejemos de darla las gracias antes de caer dormidos, cada noche, y de pedirla protección para todos … es hora de demostrar nuestra fe más inquebrantable y de confiar en ella más que nunca. Ella siempre ha estado a nuestro lado velando por nosotros, aunque en multitud de ocasiones no nos acordemos de ella, aunque una vez superadas las circunstancias ni siquiera se lo hayamos agradecido, es una Madre.

Hermanos y hermanas de Cofradía, no estemos tristes en la noche de hoy … ella está con nosotros y nosotros con ella. Nada puede romper esta unión, ni estos difíciles momentos siquiera. Una madre nunca abandona a sus hijos, que ninguna circunstancia quebrante nuestra fe. Que la esperanza siempre nos ilumine, volveremos a vestir orgullosos y felices nuestra querida túnica, volveremos a encender la llama de nuestros hachones mientras miramos a los ojos de nuestra querida madre portando nuestras pesadas cargas, el Mater Mea volverá a sonar en nuestros oídos y volveremos a entonar la Salve en la Plaza Mayor, mientras tanto, que esta noche los recuerdos de tiempos mejores nos reconforten y que los ecos de la noche de Viernes Santo y de la procesión de Nuestra Madre fluyan en nuestros corazones. Yo ya la veo salir de San Vicente rodeada de flores entre el sonido de tambores, custodiada por largas filas de hermanos, iluminada por cientos de llamas y con su largo y enlutado manto acariciándonos a todos.

Un abrazo a todos.


Texto: Guillermo Merino
Foto: Horacio Navas

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