martes, 7 de abril de 2020

Llueve pero hoy nadie mira al Cielo

Cabe hoy más que nunca recordar, que la muerte no es el final del camino. Tiempos difíciles  de ávidos sentimientos que hacen estremecer nuestras raíces zamoranas, ahora más fuertes que nunca. Una pasión que no se puede explicar si no la has vivido, nosotros la llevamos innata. Duele por dentro, quema el desasosiego de lo que no ha podido ser pero se vive con fuerza en nuestro interior. Hoy es Lunes Santo, y “La muerte no es el final” no dejará de sonar por cada rincón de la Bien Cercada.

Hoy los zamoranos no han mirado al cielo resignados, ni han clamado por menguar la lluvia que moja las calles tan vacías como su silencio en una Semana apagada que no parece Santa. No huele a almendras garrapiñadas, no se siente el leve aroma del incienso y las velas no dejaran su rastro en los adoquines de la ciudad. Hoy era día de capas blancas que ondean en sincronía bajo la tenue luz de los faroles a ras de suelo, luz de vida que ahora brilla desde la ventana de muchos hogares.

Me asomo esperanzada de poder atisbar algún resquicio de pasión por mi ventana, aún quedan fuerzas pasa desenfundar mi clarinete y regalar al viento la suave melodía de “La muerte no es el final”.  Hoy, como cada Lunes Santo, he cumplido, aunque esta vez no sea desde San Lázaro hasta el Museo; aunque esta vez no hiciera una pausa en la Plaza Mayor para ver bailar los pasos en una armonía perfecta al son del coro. Hoy seguiremos velando a los excombatientes caídos, hermanos de pasión, pero de una manera muy diferente.
Pesa como la Cruz de los Yugos, duele como la Corona de Espinas. Tiembla Jesús de la Tercera Caída, porque hoy tu Cruz pesa más que nunca. No verás a tu madre, Virgen de la Amargura, levantar la mano al cielo clamando compasión en sintonía con su mirada. No habrá Despedida de madre e hijo, han que esperar un año más para culminar su inclemente camino. Hoy esa Tercera Caída pesa bajo los hombros de toda la ciudad; hoy, más que nunca, es necesario recordar. Juntos preservaremos la memoria de esta crónica de lo que pudo haber sido, y no pudimos dejar de ser.

Texto: Alba Carbajal
Fotos: Víctor Garrido

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