viernes, 26 de abril de 2019

Vivencias

Se acerca la hora, después de una larga espera. El barrio del Espíritu Santo vuelve a prepararse para su noche, su momento intimo dedicado a su hermandad, acogiendo en el velo de la noche su particular abrigo.

Pero Zamora también se suma a este abrazo, en una noche en la que tantos zamoranos esperan recibir al cortejo procesional desde la iglesia románica de la barriada, y arropar a la hermandad Penitencial de Santísimo cristo del Espíritu Santo en su acto penitencial hasta la SI Catedral en esta “Primera noche”.

El tañido de las campanas de la iglesia se desliza, empujado por el viento, por el sillón de la reina ¡¡ya se escuchan!!!.....

Es el comienzo, el silencio lo inunda todo, y las filas de hermanos y hermanas comienzan a dibujar la serpenteante hilera alumbrada con las velas de los faroles.

Y, entre el gentío se encuentra un hermano que no desfilará esa noche “por fin huele a cera”… se dice a si mismo, acompañando a su hermandad, pero esta vez de manera distinta, desde la multitud, mezclado en las gentes que callan y observan con recogimiento la escena.

Siente una sensación extraña, después de varios años no acompañará a la hermandad, no sentirá sus pies fríos en las sandalias, no notará como le envuelve el olor a incienso ni el sonido de los tambores que acompañan al Cristo.


Pero sabe que es un hermano más, y así se siente cuando ve desfilar a sus hermanos y hermanas. Recuerda las veces en las que se dejaba perder debajo de la cogulla, absorto en sus pensamientos, cuando le devuelve a la realidad el ritmo marcado del Campanil, apresurado comenzando su camino.

Al igual que la ciudad entera, éste hermano se recoge ante los mismos sonidos. Los recuerdos se le agolpan, al recordar la primera vez que procesionó y el campanil se sentía tan de cerca que se podían notar cada aplique de campanas.

Aunque se encuentra fuera de las filas de hermanos y hermanas, puede sentir igual de intenso el olor a incienso, observando como se eleva el humo como plegaria al cielo. Puede oír igualmente las sandalias de sus hermanos arrastrarse en el suelo.

El silencio, tan propio, de la noche del viernes de Dolores, solo roto por el sonido de las carracas, lo puede notar como suyo, tan íntimo, tan cercano. Son los pequeños detalles que puede apreciar desde la acera como hacia años que no había vuelto a ver.


Ya llega el coro, sus voces se van escuchando cada vez mas cerca, nuestro hermano nota como se empieza a poner mas nervioso. Crux Fidelis. Él va entonando la melodía en su interior, con ritmo candente, como el andar de los hermanos del coro, plácido y sigiloso.

Por fin escucha los tambores, se acerca el Cristo, los grandes velones se asoman entre las cabezas de hermanos. Ahí lo vé, ve llegar la imagen del Santísimo Cristo del Espíritu Santo. Se queda absorto como si fuera un niño que lo ve por primera vez. Aún recuerda como le impactó la primera vez que, desde dentro de la iglesia y rodeado del humo de incienso, vio la imagen cuando formaban en parejas para salir hacia la calle.

La procesión terminó y nuestro hermano se quedó mirando a las ultimas filas de cofrades que se dirigían hasta la catedral, y pensó para él, que la experiencia había sido gratificante, no tanto como él esperaba, cierto, pero satisfecho por todo, porque a partir de este año, tendrá más oportunidades para acompañar a su hermandad, cuando de la mano le acompañe una persona muy especial.

Texto y fotos: Carlos Gutiérrez

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