domingo, 1 de abril de 2012

Delirios de Incienso y Cera (2ª Parte)

Delirio II

Sábado 31 de Marzo de 2012

HABLEMOS DE LUZ Y DE VIDA


Despierto cuando en la lejanía se escucha el toque de campanas. Continuo, frío, con falsas notas que parecen de gozo. A la hora convenida, en el lugar de siempre, espero a que tras aquel recodo aparezcan las túnicas blancas sobre ese fondo desdibujado que es la ciudad de Zamora.

Ya desfila, Sábado de Dolores, el Jesús de Luz y Vida.  


Vida de mujeres y hombres que bajo la fina capucha rinden honores a la más novata de nuestras cofradías. Reflejos en los blancos claveles que susurrarán a las lápidas el inicio de una semana de luto, de pasión, de vida. Porque es eso, vida, lo que atesoran en sus pupilas jovencísimos cofrades que dan sus primeros pasos en esta Semana Santa.

Luz. La luz que dibujan los vaivenes de vestiduras recién planchadas, de mechones de pelo que asoman bajo las cogullas y que , siento esta inoportuna preferencia, hacen hermosa a cualquier mujer. Fulgores dorados que resumen las letanías de ese cuarteto de metal. Resplandores sordos que se adueñan de las voces de ese coro de melodías lozanas y espíritus entregados.

Y allá también está Jesús. El joven Maestro que parece volar sobre el paso de medio centenar de zamoranos. Miento. Seguro también de personas venidas de lejos sólo para dar resuello a esas manos inmensas que, convertidas en andas, parecen querer abrazar hasta a los más escépticos. Un Jesús de gesto sencillo, de mirada arremolinada en el torrente del Duero, de paso lento y seguro hacia el camposanto.  


Y yo, como cada año, les he visto pasar ante los flashes de cámaras, sobre los cuchicheos por cualquier cosa de adolescentes que aceptan con gusto esta semana especial en la que casi podrán sentirse mayores. Ante cabezas gachas de los más ancianos, sorpresa mayúscula de los que llegaron de fuera... y ante mí, viejo ya como para no sentir cosquilleos de ilusión ante una procesión que yo mismo vi nacer hace poco más de veinte años.

Pasado ya el Sábado de Dolores, ahora, mientras hablo, me queda, por encima de otros tantos, un recuerdo que durará al menos hasta el año que viene. Las espaldas que se alejan hacia el Puente de Piedra y parecen musitarle a uno que aún en este mundo de lobos, queda espacio para este rito, para esta Luz y esta Vida.

Porque, ¿acaso alguien como yo no puede despedir con lágrimas esta humilde ceremonia?, ¿acaso un viejo ciprés solo puede hablar de muerte?  




Texto: Álvaro Carvajal
Fotografías cedidas por:  Pablo Alfonso Pérez 

No hay comentarios:

Publicar un comentario