Después de mucho esperar llegó ese día que tanto ansiaba, 6
de abril, día de imposición de medallones y del traslado de las andas hasta la
catedral. Ambas cosas en apenas dos horas. Justo una semana después, ya
iniciada la Semana Santa le volvía a poner sobre mis hombros a él, al Jesús de Luz y Vida, por segundo año y
primero ya como hermano de la cofradía.
Una vez terminada la procesión del Espíritu Santo y ya en
casa cuento las horas para el que posiblemente sea uno de los días más felices
de mi vida. Despierto y mis nervios están a flor de piel, avanzado un poco más
el día, después de comer me pongo a ver varios videos de la procesión para
calentar motores como quien dice. Los minutos pasan muy lentos en momentos así.
Es el momento, hora de partir rumbo a la plaza de la
Catedral, lugar de reunión y previa merienda de cargadores, mis compañeros, mis
amigos…. mis hermanos. Daniel, el jefe de paso, va pasando lista a la vez que
nos colocamos por tallas; “Dos hombros,
por favor” pensaba para mí mismo…. Y así fue, prácticamente mismo lugar que
el pasado año en el que me estrenaba como cargador, fila interior izquierda en
el medio. “Vamos entrando”
dice Daniel. Miramos el cielo, parece que hoy nos respeta y la lluvia no hará
acto de presencia. Entramos a la catedral por detrás y nada más cruzar la
puerta me lo encuentro a él, al Jesús, sonrío.
Llegó la hora, los nervios siguen recorriendo mi cuerpo
aunque no tanto como el año pasado que me temblaban las piernas. Foto previa de
cargadores, nos colocamos en nuestra posición y… “¿Estamos? Una, dos…y tres. Avanzamos sin bailar”. Suenan los
tambores, nuestro camino se inicia, nuestro día, pero también el de los que ya
no están, a disfrutarlo.
Puerta del obispo, noto como a nuestro paso el silencio se
va haciendo en sí. Nadie se atreve a romper ese silencio, tan solo el jefe de
paso, “A la de tres al brazo, bajamos con cuidado y avanzamos”. Es un tramo
duro, para mí de los peores ya que tienes que caminar agachado con el peso
sobre tus brazos y a pasito corto pero finalmente logramos pasar el arco sin
incidencias. Luego ya llega esa bajada con alguna que otra curva….. esa
interminable bajada más bien diría yo, pero al final nos toca el momento del
fondo más que merecido. Ya en la Avenida de Vigo el puente nos espera, tan solo
para recibirnos a nosotros, uno de mis momentos favoritos, solamente estamos
nosotros, con el paso, sin público, un momento íntimo, es bonito contemplar el
paisaje desde aquí. La luz la llevamos nosotros a hombros y la vida a ambos
lados del puente, con la naturaleza.
Ya la vuelta, en el atrio, a pocos metros de la puerta nos
detenemos, este baile es para ti Daniel, es una pena tu retirada pero ha sido
un enorme placer y un honor haber seguido tus órdenes. Nos despedimos
abrazándonos por penúltima vez, la última será el sábado santo en la vigilia
pascual. Y ahora sí, cerramos la panera una vez trasladadas las andas y nos
abrazamos por última vez donde alguna lagrimilla hace acto de presencia, se
terminó. Fue un honor compañeros. Nos volveremos a ver.
Gracias por llenarme de luz y de vida.
Texto: Víctor Garrido
Foto: Alba Prieto
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